LA TRANSICIÓN Y EL PACTO DE LA MONCLOA EN EL AFIANZAMIENTO DE LA DEMOCRACIA MODERNA EN ESPAÑA

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Por Ibo Urbiola
ibourbiola@gmail.com

Introducción
Como becario de la Fundación Carolina, tuve una estancia de investigación durante los meses de enero y febrero de 2009, en el Instituto Juan March de Estudios e Investigaciones, en la provincia de Madrid, España.

Como lo expliqué en la Memoria del Proyecto que presenté a la Fundación Carolina, mi principal interés fue “analizar la  Democracia  española,  y  el  cómo  en  los  últimos  poco más  de  treinta  años,  ha  logrado  consolidar  una  estabilidad  política  y  un  alto  grado de  Gobernabilidad”.

La experiencia de mi estancia de investigación en Madrid, fue realmente enriquecedora, ya que más allá de la investigación bibliográfica, el hecho de conocer de cerca las instituciones españolas y el haber tenido la oportunidad de conversar con especialistas y actores políticos, me dio una visión integral del tema de la investigación y me ayudó a encontrar conclusiones valiosas y un enfoque novedoso sobre la importancia que tuvo la transición y el Pacto de la Moncloa para la consolidación de la democracia moderna en España, que detallaré en el presente informe.

Más allá de un enfoque institucional, que es importante, este será un informe con características particulares, porque en la Transición no sólo hay Historia sino también trascendencia. España es un ejemplo de cómo un país con una larga historia política de facciones y sin tradición de consenso, logra construir una transición que termina siendo un ejemplo de cómo se puede consolidar una democracia estable cuando los actores políticos que son los líderes y las organizaciones políticas, tienen la madurez de enfrentarse a un momento decisivo, bajo la “sombrilla” de la monarquía que se convierte en un imán donde acuden los actores a dejar de lado sus diferencias.



Democracia y Gobernabilidad en España

La Transición y la construcción de una nueva Democracia
La experiencia de investigar la Democracia y Gobernabilidad en España, me llevó a conocer detalles de la transición después de la muerte del dictador Franco. Y el resultado fue fascinante: una transición sin precedentes, en la que quedó muy notoria la madurez de una clase política y de una Nación, quienes asumieron el reto de enfrentarse a un momento crucial para diseñar el futuro en una época diferente. No se puede entender la estabilidad democrática de España sin la transición.

¿Por qué se produjo la Transición española?
La Transición española, a su vez, no puede entenderse sin la experiencia de la Guerra Civil ocurrida de 1936 -1939, que fue una experiencia traumática con cientos de miles de muertos. La Guerra Civil quedó en la memoria de los españoles: de los políticos, de los dirigentes sindicales, de los intelectuales. Era un fantasma muy presente.

Con la Transición surgen interrogantes ineludibles entre los españoles: ¿Cómo hacer para que en 1975, a la muerte de Francisco Franco, el caudillo que emerge de la Guerra Civil, no vuelvan a levantarse de las tumbas todos esos fantasmas facciosos de la segunda mitad de los años treinta?, ¿Cómo hacer –dirían los españoles- para entendernos más allá de nuestras facciones e impedir que esos fantasmas se levanten? Sin embargo, al mismo tiempo, estos fantasmas de la Guerra Civil no pueden entenderse sino es en el vastísimo terreno histórico de la experiencia española.

Hay cuatro momentos históricos importantes, antes de la transición de 1975, que para ponerlas en un momento cronológico a cada uno, diremos que es: 1521, 1808, 1898 y 1936.

¿Qué hubiera ocurrido si en 1521, en ese episodio decisivo de la “Guerra de las Comunidades” en la que se enfrentaron las fuerzas imperiales y la Junta Comunera, que fue la batalla de Villalar, no ganan las tropas de Carlos I sino los Comuneros? Probablemente un siglo antes que en Inglaterra, hubiera cuajado en España una suerte de Democracia Constitucional, que hubiera sido una suerte de monarquía constitucional. En ese contexto, al emperador o al monarca le hubieran puesto límites en las comunidades y por lo tanto las Cortes y los Fueros, se hubieran convertido en una suerte de Parlamento Constitucional acompañando a la Monarquía en ese gobierno. Pero la historia fue diferente y el rumbo fue distinto.

El segundo gran momento es la guerra de la independencia: 1808. Fue un conflicto surgido por la oposición armada a la pretensión del emperador francés Napoleón I de instaurar y consolidar en el trono de España a su hermano José Bonaparte. Este proceso deviene en la convocatoria a las Cortes de Cádiz que sanciona finalmente que “la soberanía radica en el pueblo y no en el monarca”, porque al monarca le han delegado el poder, pero esa delegación del poder es porque el pueblo tiene la soberanía. Este momento de la historia española, se convierte a la vez y paradójicamente en un arte fantástico: es el mundo de Goya, donde se produce una de las grandes tragedias humanas del mundo ibérico que nos impacta.

En esta época surgen los grandes personajes de España: la gente culta, la gente moderna, la gente progresista, la gente ilustrada, que naturalmente miraban en Francia el espejo de lo que debían hacer. Sin embargo vienen a España dos tragedias en un lapso de menos de veinte años, primero el terror francés, que los asombra y los horroriza, y luego la invasión napoleónica. La consecuencia casi lógica es que los llamados “afrancesados” españoles se dividen en dos: por un lado quienes defienden la postura de la legitimidad del monarca francés y resaltan que Francia es el mundo de la Ilustración, y consecuentemente se pegan a la corona francesa; y por el otro lado, quienes siendo partidarios de la Ilustración, no aceptan la monarquía de los extranjeros. Lo curioso es que esta rebelión en contra de Francia no la encabeza la élite, de donde venía la famosa tesis de Ortega y Gasset: “la España invertebrada”, que decía todo lo grande de España; la rebelión anti napoleónica ha venido de abajo, de la proclama de un pueblo pequeño llamado Móstoles, cuyo alcalde, Andrés Torrejón, inicia el levantamiento contra los franceses. Aquí comienza una resistencia a los franceses, de una manera completamente dispersa, sin centro, es una cosa caótica, hasta que encuentran cauce en las Cortes de Cádiz, que dicho sea de paso llegó a presidir un peruano, el hombre que además fundó el Colegio de Abogados de Lima: Vicente Morales Duárez.

El tercer momento es la desvinculación de España con América Latina, que representa 1898 y la independencia de Cuba, pero a la vez, esta es la época en la que surge una clase intelectual y literaria de gran nivel en España. Surge un grupo de gente que quiere hacer República y hacer España en términos modernos, que son los intelectuales. Cuando se produce la llamada Segunda República española en 1931, como consecuencia de unas elecciones municipales en las que el Rey, aun habiendo salido victorioso, abdica y se va a Francia, es cuando llega el desorden a la República y sale la famosa frase de Ortega y Gasset: “No era esto, no era esto, no era el viejo sueño que teníamos”. Era evidente, España no lograba construir aún la República anhelada.

En esta época surge además un gran debate entre la derecha y la izquierda españolas. Hay unas figuras de la derecha liberal como Ortega y Gasset, pero surge también en el centro izquierda la gran figura de Manuel Azaña, quien era un profesor de literatura que de pronto, surge y aparece como el gran orador del mundo de la República, es el hombre cuyo verbo empieza a encandilar a las masas y logra hacer una coalición entre su partido Acción Republicana y los socialistas, funda el partido de Izquierda Republicana, producto de esa alianza y emerge como la figura de la Segunda República y llega a ser Presidente del Gobierno, pero al final se queda solo, y con la Guerra Civil, termina en el exilio y encuentra la muerte en 1940. La Guerra Civil terminó con el intento de Azaña de construir una nueva República rompiendo con el pasado. La Guerra Civil también representó el final de esa generación de Antonio Machado y el final de la generación del 98 que reunió a la mejor clase intelectual española.

Así llega 1936 y la Guerra Civil española, que no resuelve ninguno de los problemas españoles: ni el caciquismo, ni la pobreza, ni el militarismo acostumbrado a los famosos llamados “pronunciamientos” que eran los golpes militares. El mundo de los militares y los pronunciamientos, que terminaba siempre en un caudillo militar, como terminó en 1936 con la aparición de Francisco Franco, líder del movimiento de insurrección. Luego del pronunciamiento militar que desembocó en la Guerra Civil y que significó un fracaso absoluto de España, que crea en la conciencia española una herida grave, que termina siendo una herida sobre otra herida, porque ya España venía de 1898, donde pierde Cuba y Filipinas, es cuando se produce la gran pregunta: ¿Por qué está enferma España? Cuando uno revisa la literatura intelectual de esa época, encuentra siempre analogías o metáforas médicas: infección, enfermedad, patologías. Los autores eran Unamuno, Ortega y Gasset, Machado y todos los grandes intelectuales desde el 98.

España siempre había estado enferma, incluso y de algún modo, en el siglo XVII, que es el mundo del “Siglo de Oro”, el mundo de “Don Quijote”. En esa época en la que surge el Arbitrismo, que fue una corriente de pensamiento político y económico desarrollado principalmente en la corona de Castilla, en la llamada Escuela de Salamanca durante la segunda mitad del siglo XVI y el siglo XVII, simultánea y en muchos casos precedente del mercantilismo de otras naciones europeas, como Francia e Inglaterra. Los llamados “Arbitristas”, dirigían memoriales al Rey, solicitándole que tome tal o cual arbitrio para mejorar a España. Era una coyuntura económica depresiva y difícil. Tal vez, el principal hombre de Estado del siglo XVII fue el conde-duque de Olivares, que quiso competir con Francia, pero mientras Francia está surgiendo en una coyuntura muy rica, la economía española no tiene ninguna base para sostener el imperio, esa es la desesperación de Olivares. La conciencia de la decadencia económica y la necesidad de políticas activas para remediarla estuvo en la base de la política económica de Olivares, cuyo fracaso contribuyó a la necesidad de las preguntas del “Siglo de Oro” para los españoles: ¿Qué cosa es España? ¿Por qué estamos mal?

El historiador inglés John Elliott, que contribuyó a la historia de España y el Imperio español de la edad moderna, quien es además el gran especialista de este período, tiene dentro de sus obras fundamentales “La España Imperial” y “España y su mundo: 1500 – 1700” la pregunta que flotó en la España de esa época y que nuevamente tuvo vigencia en 1898: ¿Cómo reformamos España?, porque con la generación del 98 surgen los nuevos arbitristas y los nuevos reformadores, que ya no quieren dirigirse solamente en memoriales al Rey, sino que escriben en la prensa, publican revistas y periódicos. Quieren sacar a España de la enfermedad, quieren curarla y regenerarla. Después viene la Guerra Civil Española y una continuación del fracaso atávico y ancestral, un fracaso histórico de la nacionalidad española.

Este es el enorme telón histórico del cual surge la transición de 1975. No se puede entender el régimen de coalición de 1975 sin entender todo este mundo, porque la Transición fue como el fin del fracaso de la nacionalidad española y el inicio de una nueva era. Hay un fracaso histórico de las élites antes de la Transición. Y se me ocurre hacer aquí una primera relación entre España y el Perú, la relación entre la prédica de Ortega y Gasset en la “España invertebrada” y la prédica del historiador peruano más visible, que fue Jorge Basadre, en “Perú: Problema y Posibilidad”, cuando dice: “…el problema en el Perú son las élites”, lo que llamaba Basadre “la deserción de las elites”. En España pasaba lo mismo, pero España, con la Transición de 1975, por fin había aprendido de sus errores y pudo entenderse a pesar de las diferencias de su clase política.

Entonces, este es un resumen histórico de siglos. La depuración de la nacionalidad española que llega a la Guerra Civil y fracasa, termina con cientos de miles de muertos, en lo que significó el preludio de la Segunda Guerra mundial.

España siempre tuvo un significado más allá de sus fronteras. Incluso en América Latina, muchas veces nos hemos preguntado cuánto ha influido España en nuestros pueblos, porque España había fundado el mundo moderno con el descubrimiento de América. Sin embargo, también es válido preguntarse sobre la influencia de América Latina en España, porque en este repaso histórico, vimos que América Latina estuvo muy presente en la historia interna española. Hay un libro acerca de esto, del colombiano Germán Arciniegas que se llama “América en Europa”, es un libro donde se responde a las interrogantes del impacto de América en Europa ¿Cómo y en qué impactó América en los europeos? ¿Qué cosa en la Lengua, en el Pensamiento Político, en el Derecho, en la Literatura? Hay muchas respuestas originales que sirven para construir una historia vinculante entre los dos continentes.

Y sobre los testimonios de España en la Guerra Civil, hay uno fantástico sobre la literatura contemporánea de España que es el del británico George Orwell en “Homenaje a Cataluña”. Orwell se alistó, al igual que miles de extranjeros como miembro del Partido Laboralista Independiente, para luchar por la defensa de la República española durante la Guerra Civil, era un corresponsal periodístico, partidario de los comunistas y simpatizante de los izquierdistas. Pero luego describe y descubre su admiración por lo que es identificado como ausencia de estructuras de clase en algunas áreas dominadas por revolucionarios de orientación anarquista. Y también critica el control soviético del Partido Comunista de España y las mentiras que se usaban como propaganda para la manipulación informativa. Orwell opinaba que si bien se necesitaba un cambio radical en las sociedades occidentales, y por tanto en los países capitalistas, el socialismo soviético representaba una amenaza a los principios que lo sustentaban. Es uno de los libros más impresionantes de los reportajes políticos del siglo XX. “Homenaje a Cataluña” nos puede dar una idea clara de lo que significó la Guerra Civil a partir de un testimonio vivencial.

Entonces, España que funda el mundo moderno, que tiene en su historia desde fines del siglo XV, como hemos visto: pactos medievales de delimitación del poder, Cortes que representaban a los Fueros, un pensamiento político y jurídico que estaba en la avanzada europea, de pronto en el año 1936 se encierra en sí misma. Aparece un caudillo militar que termina de un plumazo todo lo avanzado y hace que España se distancie definitivamente de su reciente riqueza intelectual de las primeras décadas del siglo XX. Y cuando viene la Transición de 1975, las primeras preguntas que surgen entre los españoles son: ¿Cómo evitamos el fantasma de la Guerra Civil?, pero además ¿Cómo somos normales? ¿Cómo no somos una anomalía en la cultura europea? Y es que cuando uno dice ¿Cómo somos normales?, lo que uno se está preguntando es ¿Cómo  somos modernos? ¿Cómo somos democráticos? Ese es el gran sueño de todos los modernizadores españoles desde el siglo XVIII, es el sueño incluso de quienes miraban a Francia y la Ilustración. Es finalmente el sueño de la búsqueda de Desarrollo, este concepto moderno que es la aspiración de las naciones de los tiempos actuales. En la “España invertebrada”, Ortega y Gasset dice: “España es el problema, en todos los casos”. Entonces la Transición quiere evitar todo ese fracaso histórico que además la Guerra Civil había consolidado con un nuevo retraso de la aspiración española. Pero al mismo tiempo, la Transición muestra la voluntad de ser “normales y modernos”. España quiso volver a la normalidad que nunca tuvo. O que sólo tuvo por breves momentos.

Hay quienes cuestionan que los franquistas hayan participado en la Transición. Este cuestionamiento se hace porque el régimen de Franco, significó un retroceso para la democracia española. Y es verdad. Pero olvidan algo: Franco ha gobernado 36 años y su gobierno tuvo apoyo popular. Una Transición implica una coalición que tiene que hacerse necesariamente entre los personajes del antiguo régimen y los opositores.

El régimen de Franco se dio en una época en la que el mundo experimentó una gran expansión económica. Los países crecieron a tasas muy altas. Dicho sea de paso, esta época también representó el gran momento de América Latina. Pero, volviendo a España, Franco fue beneficiado por una coyuntura de crecimiento económico mundial importante y obviamente, eso ayudó a que el régimen se sustentara en un apoyo popular considerable.

Cuando surgen voces críticas a la participación de los franquistas en la Transición, entonces uno se pregunta: ¿Quiénes llevan la transición en Rusia? ¿Quiénes eran Gorbachov y Yeltsin? Eran hombres sometidos del riñón del Comunismo que se dan cuenta que el sistema soviético había colapsado. Entonces ¿Quiénes hacen la Transición en España? Son los franquistas y dentro de ellos Adolfo Suárez, un personaje absolutamente extraordinario que jugó un papel importante en la Transición. Suárez había ocupado diversos cargos en el gobierno de Franco. A la muerte del dictador, es nombrado Ministro Secretario General del Movimiento en el primer gabinete de Carlos Arias Navarro, un hombre del antiguo régimen que fue nombrado Presidente del Gobierno. Un año después, el Rey saca a Arias Navarro y nombra a Adolfo Suárez en su lugar. Suárez era un desconocido para el pueblo español, pero ya había tenido gestos de ser un hombre para el momento. En junio de 1976, poco antes de su nombramiento como Presidente, en un discurso sobre la Ley de Asociaciones Políticas en las Cortes, cita nada menos que al poeta Antonio Machado, quien había sido “prohibido” durante el régimen franquista: “Está el hoy abierto al mañana / mañana al infinito / Hombres de España: / ni el pasado ha muerto / ni está el mañana ni el ayer escritos”. Adolfo Suárez supo reunir a falangistas conversos como él (el falangismo estaba inspirado en una ideología nacional-sindicalista, pero fue un partido de corte fascista que luego llega a hacer una alianza con Franco y participó en su régimen), pero también reunió a socialdemócratas, democristianos y liberales. Y entre 1976 y 1979, cumplió la tarea que le encargara el Rey, de desmontar las estructuras franquistas. Hizo ese trabajo con el apoyo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y del Partido Comunista Español (PCE), apoyo personalizado en los líderes de ambos movimientos, Felipe González y Santiago Carrillo.

Entonces Suárez entendió el momento. Sabía que tenía que generar apertura hacia los antiguos opositores. Sabía que esa apertura tenía que ser gradual, sumamente discreta y casi a traición, porque los líderes de oposición de izquierda venían de este conglomerado: Felipe González y Santiago Carrillo, ambos habían visto el fracaso de Manuel Azaña, el gran republicano y el gran centrista. Un demócrata, que de repente se ve solo, abandonado por todo el mundo y como ya lo dijimos, con la Guerra Civil termina en el exilio y encuentra la muerte.

Felipe González, había propuesto a fines de 1974, que el PSOE abandonara sus postulados marxistas y evolucionara hacia la socialdemocracia reformista. Durante la transición ya tenía un liderazgo indiscutible en el PSOE. Con Santiago Carrillo, el acuerdo parecía ser más difícil, por el anticomunismo de Adolfo Suárez, pero –y siempre hay anécdotas que terminan haciendo historia como esta que cuenta el propio Carrilo- se produce el encuentro entre Carrillo y Suárez, pactado por un amigo de Suárez. Carrillo va con varias carpetas, producto de varios días de reuniones de comités centrales. Suárez llega tarde a la reunión, va de frente a él, le agarra del brazo y le dice: “¿Vamos hablar de la patria española con p minúscula o P mayúscula?”, y pactaron en 10 minutos.

El Pacto de la Moncloa se firmó finalmente, el 25 de octubre de 1977, y contó con las firmas de Adolfo Suárez (Presidente del Gobierno), Felipe González (PSOE), Santiago Carrillo (PCE), Leopoldo Calvo (Unión del Centro Democrático), Manuel Fraga (Alianza Popular), Enrique Tierno (Partido Socialista Popular) y otros partidos menores.

Los pactos son aprobados por el Parlamento el día 27 y su contenido se divide en medidas urgentes (contra la inflación y el desequilibrio exterior) y reformas necesarias a medio plazo para repartir los costes de la crisis, porque no sería bonito que pagasen sólo los que han estado robando durante 40 años.
Aquí hay otro punto importante de la Transición. Todos estos acuerdos se hicieron tomando en cuenta, principalmente, a los viejos troncos políticos españoles, porque, si bien tenían nombres diferentes a los fundacionales, provenían de los viejos troncos políticos. Entonces no es solamente que estos viejos troncos políticos duden y digan “no nos vaya a pasar lo de Azaña”, sino que hay una serie de experiencias importantes. Toda esta gente ha vivido en Europa, viendo el juego de partido, viendo que las diferencias entre los socialcristianos y los socialdemócratas, de la izquierda y de la derecha, son casi cuestión de decimales. Fueron trascendentes.

Pero, además, la Transición no fue solamente un pacto político. Se produce también una alianza de partidos y sindicatos, es un pacto social para imponer una moderación salarial, y permitir que los salarios crezcan detrás de las inversiones y los ajustes, para permitir y darle espacio y oxígeno a la reactivación política.

En la etapa de finales de los cincuentas y sesentas, España era aun pobre, pero empieza a verse los beneficios de la acumulación económica, con el franquismo comienza a emerger una clase media, que es el otro elemento fundamental. La clase media parece siempre estar ligada a la moderación política, esa clase media que está en el centro, que es una suerte de bisagra o de colchón. En la España  de esa época se produce una enorme sociedad de clases medias. Es también otro elemento fundamental.

Hay además, otro elemento. Producto de la Guerra Civil, hubo una considerable inmigración española hacia los otros países de Europa, cuyas remesas representaron una inyección a la economía española durante los años cuarentas y cincuentas. Esta inmigración fue principalmente de obreros españoles que van a Alemania, Francia e Inglaterra, que envían dinero, pero cuando vuelven han repatriado también las costumbres. Entonces, no fue sólo la aparición de una nueva clase media sino también de esta inmigración que trajo un cierto europeísmo diferente. El Mapa Social de la Transición era un mapa enormemente pluralizado, enormemente diversificado, a diferencia del mundo rural de la Guerra Civil española.

Una reflexión adicional, merece el papel de la Monarquía, que hizo que las facciones puedan pactar más fácilmente. Cuando uno piensa en una República latinoamericana, donde el Presidente de la República y Jefe de Estado, es también del Ejecutivo, encuentra que además, el Presidente como Jefe de Estado está por encima de las facciones de la Nación y representa a toda la Nación, y como Jefe del Ejecutivo es jefe de la facción que ha ganado la elección. Hay entonces una dualidad y una ambigüedad que tiene que cumplir. En España hay un elemento adicional e interesante que es la Monarquía que está por encima de los partidos. La Monarquía se convirtió en un campo magnético para permitir a los tradicionalistas entrar a la transición y les permitió también a los opositores o republicanos hacer un pacto. La Monarquía, durante la Transición, se convirtió en un eje integrador de la nacionalidad.

Cuando uno reflexiona sobre la tradición española, descubre que no era una tradición de consenso, era por el contrario una tradición facciosa. Pero la Transición permitió superar esa tradición negativa. Es decir, los países se pueden escapar de su tradición. Las voluntades políticas organizadas cuando deliberadamente escogen algo, pueden cambiar el curso de la historia. La historia no es una fatalidad. Los actores políticos cuando tienen visión y liderazgo, son capaces de cambiar y pactar. Entonces, la Transición española es una gran lección, es una invitación a las libertades y a la racionalidad política.

 Sistema Político español (Enfoque Institucional)

Después de una necesaria visión histórica, sin la cual no se entendería la trascendencia de la Transición que por fin logró una estabilidad democrática que ya dura más de treinta años, pasaré a una visión del Sistema Político Español, desde el Enfoque Institucional de la Ciencia Política, que nos dará una visión de la estabilidad institucional de España en las últimas décadas.

Toda Transición democrática conlleva a un Poder Constituyente que redacta un nuevo Contrato Social, basado en las aspiraciones del pueblo representado en el parlamento mediante los diferentes partidos políticos. En las elecciones de 1977, si bien hubo un claro ganador que fue el partido denominado Unión de Centro Democrático (UCD) que fundó y lideró Adolfo Suárez, los resultados produjeron un parlamento equilibrado ya que no hubo mayoría absoluta. El partido liderado por Suárez logró 166 escaños, el PSOE que ya lideraba desde 1974 el joven Felipe González logra 118 escaños, el Partido Comunista de Santiago Carrillo, quien luego y camino al Pacto de la Moncloa calificaría a Suárez con inteligencia y valga la redundancia como un “anticomunista inteligente”, ocupa el tercer lugar con 19 escaños, y la Alianza Popular, representando a una especie de “franquismo sociológico” aunque no radical, pero ubicada más a la derecha de la UCD y liderada por Manuel Fraga logra 16 escaños. Otros partidos logran representaciones menores. En síntesis, si hiciéramos un ejercicio y ubicamos por un lado a los partidos de derecha y centro derecha, y por el otro lado a los partidos de izquierda y centro izquierda, el resultado sería prácticamente un empate.

Este equilibrio de representación en el Parlamento que redactó la Constitución Política de 1978, contribuyó a consolidar el consenso que ya se venía gestando desde antes de las elecciones.

La Forma de Gobierno que se adoptó a partir de la nueva Constitución, fue la Monarquía Parlamentaria. El jurista y teórico de la política Carl Schmitt, dijo alguna vez que “el Parlamentarismo es un traje inglés a confección” y tenía razón en esta frase, porque cada Estado tiene características particulares que tienen que ser tomadas en cuenta en el momento de proponer un modelo para la Forma de Gobierno. Y España, luego de la Transición así lo hizo. Tomó en cuenta, por ejemplo, a la Comunidades Autónomas, como lo dice el artículo 137 de la Constitución Española: “El Estado se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las Comunidades Autónomas que se constituyan”.

Los Poderes del Estado, se constituyen a partir de la organización del parlamentarismo español, que se basa en que el Gobierno necesita de la confianza del Parlamento para su existencia. El Gobierno es elegido por el Parlamento y ambos cumplen funciones diferentes: El Presidente es el Jefe del Gobierno y no sólo es elegido por las Cortes Generales que poseen el Poder Legislativo, sino que además, la oposición establecida en el Parlamento cumple una labor de control del gobierno, lo cual garantiza el contrapeso de poder necesario en un Sistema Político democrático. Si bien el Parlamento elige al Presidente, quien lo nombra es el Rey, que a su vez es el Jefe del Estado. En esta mixtura interesante se basa la Monarquía Parlamentaria española.

Uno de los objetivos de la investigación, era hacer una comparación entre la Forma de Gobierno parlamentarista, con la Forma de Gobierno presidencialista del Perú y América Latina, en la medida que en el Perú, por ejemplo, el Presidente de la República es el Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y personifica a la Nación, además de ser, de acuerdo a la Constitución Política, el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional y es él, quien nombra a los Ministros. Es decir, el presidencialismo peruano, otorga un excesivo poder al Presidente de la República, lo que provoca, como ya lo había mencionado en el Proyecto de Investigación, que surjan liderazgos mesiánicos, que en muchos casos se han enfrentado a tentaciones autoritarias, gracias, inicialmente, a los amplios poderes que ostentan constitucionalmente los Presidentes. Sin embargo, en el curso de la investigación, encontré que no es recomendable hacer un cambio radical en la Forma de Gobierno. La Monarquía Parlamentaria tiene características que impiden hacer una copia fiel de su Forma de Gobierno. Es verdad que en el Perú y en América Latina, se necesita mayor contrapeso de poder y esto se puede lograr otorgándole mayores atribuciones al Primer Ministro y a su Gabinete y consolidando un proceso de Descentralización que permita que los Gobiernos Regionales se manejen como lo hacen las Comunidades Autónomas en España que no dependen de la voluntad del Gobierno central.

Hay otros aspectos, en los que es evidente las diferentes realidades de España y América Latina. Está por ejemplo, el tema del bicameralismo, que de acuerdo a la teoría política, sirve como freno al despotismo de una Asamblea Única. Hay que resaltar que en España, el bicameralismo no tiene equilibrio, porque el Congreso de Diputados, tiene primacía sobre el Senado, lo cual deja evidente la debilidad del Senado español. Sin embargo, hay que aclarar que España adoptó el bicameralismo moderno en base a una tradición y a una necesaria diferenciación para la representación del pueblo en el Poder Legislativo: el Congreso de Diputados es una Cámara de representación poblacional, mientras que el Senado es una Cámara de representación territorial.

América Latina tiene una realidad diferente en el caso del bicameralismo. Aquí, el Senado es una Cámara reflexiva, que evita la aprobación de leyes que muchas veces se logran de manera apresurada y valiéndose del voto mayoritario en la Cámara de Diputados. Nosotros, los latinoamericanos, hemos adoptado un bicameralismo que siempre ha posibilitado una mayor estabilidad democrática y un alto grado de Gobernabilidad. Si vemos, en la actualidad a los diez países sudamericanos, encontramos que siete tienen parlamentos bicamerales y sólo tres tienen parlamentos unicamerales. Sin embargo, no es difícil descubrir las características de los momentos en que se adoptó la unicameralidad, ya que en los tres casos son países que han experimentado gobiernos autoritarios en los últimos lustros: Perú, Venezuela y Ecuador.

El Perú, ha tenido una Transición interesante en el año 2000, cuando terminó el gobierno de Alberto Fujimori en un escándalo de corrupción sin precedentes en la historia peruana. Aunque hay aún tareas pendientes para una estabilidad democrática de largo plazo, es evidente que se ha logrado dar pasos importantes. Una tarea pendiente y que está en la agenda del Poder Legislativo, actualmente, es el retorno a la bicameralidad que terminará siendo positiva y que permitirá una mayor consolidación de la democracia peruana.

En cuanto a los partidos políticos, que en toda Democracia representan los pilares fundamentales del Sistema Político, España ha logrado consolidar, sobre todo a partir de la Transición, un Sistema de Partidos con elecciones libres y transparentes. La vigencia de los partidos está basada en función a la representación parlamentaria que obtengan. En las elecciones generales de 1977 y 1979, las dos principales fuerzas fueron la UCD y el PSOE. En 1982, se hunde la UCD y quien gana es el PSOE, mientras el segundo lugar ahora es ocupado por Alianza Popular – Partido Demócrata Popular. En 1986, el PSOE se confirma como la primera fuerza política, pero también la Coalición Popular (actualmente Partido Popular), como la segunda fuerza, en una representación parlamentaria con doce partidos representados. En 1989, gana el PSOE otra vez, seguido por el Partido Popular (PP), y como siempre la cantidad de escaños ganados en el Congreso de Diputados por los dos principales partidos, son altamente más importantes que los escaños de las organizaciones menores. En esta elección de 1989, el PSOE obtiene 175 escaños, el PP 107, y la tercera fuerza que fue la Izquierda Unida (IU) 17. En 1993, el PSOE obtiene 159 escaños, el PP 141, y la IU 18. En 1996, después de varios años, el PSOE de Felipe González pierde la elección y quien gana es el PP con José María Aznar. El PP obtiene 156 escaños, el PSOE 141 y la IU 21. En el año 2000, el PP conseguía la mayoría absoluta, consiguiendo 183 de escaños de un total de 350, mientras el PSOE consigue 125, y el tercer lugar, lo pasa a ocupar ahora Convergència i Unió (CiU), una federación de partidos nacionalistas de Cataluña, que obtiene 15 escaños, mientras la IU pasa a un cuarto lugar con apenas 8 escaños. El 2004, el PSOE vuelve al primer lugar, liderado por José Luis Rodríguez Zapatero, al obtener 164 escaños, mientras el PP de  Mariano Rajoy obtiene 148 y la CiU 10. En las últimas elecciones generales llevadas a cabo en marzo de 2008, las décimas después de la Transición, el PSOE vuelve a ganar, liderado otra vez por Rodríguez Zapatero, consiguiendo 169 escaños, el PP logra 154 y la CiU 10. La actual representación parlamentaria en España, comprende a varios partidos que del cuarto lugar para abajo, obtienen menos de 10 escaños cada uno. El Sistema de Partidos, contempla la necesidad de tener representación parlamentaria y actualmente España se ha convertido en un Sistema de Partidos donde la preeminencia la tienen el PSOE y el PP, y de alguno de esos dos partidos, seguramente saldrá el próximo Presidente del Gobierno.

Sobre los otros elementos del Sistema Político español, podemos mencionar que la legitimidad del gobierno está garantizada con el reflejo de las preferencias de los ciudadanos en las Cortes Generales. En el Proyecto de Investigación, mencioné que el concepto de Gobernabilidad lo tomaba de Manuel Alcántara, quien dice que “la Gobernabilidad puede ser entendida como la situación en la que concurren un conjunto de condiciones favorables para la acción de gobierno que se sitúan en su entorno o son intrínsecas a éste”. Este concepto se enmarca en el ámbito de "la capacidad de gobierno". Esta se da siempre en un ámbito societal en el que se registran demandas de los ciudadanos que son procesadas en menor o mayor medida por el sistema político. Entonces, por un lado tenemos a los Partidos Políticos que representan a la sociedad y a los ciudadanos, pero por otro lado, también tenemos a los Grupos de Presión, porque la Transición democrática trajo a España lo que alguien llamó un “retorno a la sociedad civil”. Las asociaciones de trabajadores y empresarios, así como la Iglesia católica y las Fuerzas Armadas, que representan los principales Grupos de Presión en España, aceptan las reglas de juego de la democracia construida a partir de la Transición.

Este es un punto de partida, para una investigación mucho más amplia. Reitero que la experiencia de haber conocido de cerca la realidad política española ha sido sumamente enriquecedora. España es un país que representa un ejemplo de Gobernabilidad y Democracia, y el Pacto de la Moncloa es el corolario de una Transición moderna y exitosa por excelencia.

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