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EL PROBLEMA SOCIO AMBIENTAL: ¿CONTRA QUIENES LUCHAN EL ESTADO, LAS EMPRESAS Y LOS CIUDADANOS?

jueves, 12 de abril de 2012 0 comentarios


EL PROBLEMA SOCIO AMBIENTAL: ¿CONTRA QUIENES LUCHAN EL ESTADO, LAS EMPRESAS Y LOS CIUDADANOS?

Publicado en el diario La Razón, 29 de Marzo de 2012.

Por Beltrán Gómez Híjar, beltrandelima@msn.com

La preocupación por los temas ambientales viene de fines del siglo XIX, con el surgimiento del movimiento conservacionista estadounidense, cuya preocupación por mantener los recursos naturales para las futuras generaciones -en un momento histórico en que los EE.UU. se industrializaban a toda velocidad- lo convierte en el precedente del actual concepto de desarrollo sostenible. Asimismo, fue este movimiento el que logró que se crearan los parques nacionales.

Sin embargo, hechos tan trascendentales en el mundo que ocurrieron durante la primera mitad del siglo XX como la revolución bolchevique, la primera guerra mundial, la colonización de África y Asia, la carrera por la industrialización entre los países europeos y los Estados Unidos de América, el surgimiento de los fascismos, la crisis económica de los años 30 y el inicio de la segunda guerra mundial, hicieron que la preocupación por el medio ambiente quede en un segundo plano. 

Luego, a partir de la década del 50, el surgimiento de nuevas tecnologías y técnicas como aquellas que permitían el dominio del átomo, la rápida recuperación industrial y del consumo en Europa, la industrialización de algunos países asiáticos, la rápida urbanización del mundo, el incremento explosivo de la población y del consumo global, entre otros hechos, permitieron un renacer del pensamiento ambientalista. Es por aquella época, por ejemplo, que el gobierno norteamericano mediante su Acta de Política Nacional Ambiental de 1969 establece el uso de los ahora famosos Estudios de Impacto Ambiental (EIA).

Aún así, con la irrupción de los movimientos y organizaciones verdes mundiales –la WWF se funda en 1961 y Greenpeace se crea en 1971- y con la creación de la Comisión sobre Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas (1983), el tema que regía la política mundial era la guerra fría con su potencial fin en una guerra nuclear. Hasta 1991, dentro de los países aún se hablaba de lucha de clases, de Estado burgués y de lucha armada para desmantelar este “tipo” de Estado con su “falsa” democracia. La lucha política-ideológica estaba por encima de la preocupación política ambiental. 

Entrados los años 90, finalizada la guerra fría con la derrota del mundo comunista, la preocupación mundial se torna nuevamente verde. Fue en esta década en que se lleva a cabo la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992), y la Cumbre de Kioto (1997). En los Estados Unidos de Norteamérica, una encuesta de Gallup encuentra que el 76% de sus ciudadanos se consideran a sí mismos “ambientalistas”. En América Latina, los Estados empiezan a normar la obligatoriedad de elaborar los Estudios de Impacto Ambiental: Perú (1990); Bolivia (1992); Chile, Colombia y Ecuador (1994). La excepción fue Brasil, quien lo hizo en 1986.

La típica lucha de las décadas pasadas entre comunistas y demócratas, colectivistas y capitalistas, desapareció. Los seguidores en el mundo del marxismo y sus derivados quedaron desamparados de una súper potencia protectora. La URSS había desaparecido y casi todas las ex repúblicas soviéticas habían adoptado la democracia como forma de gobierno, incluida la propia Rusia. ¿Cuál sería entonces, el nuevo discurso de la izquierda desamparada?

A inicios de la década del 90, en la ciudad de Sao Paulo –Brasil- se reúnen partidos y movimientos latinoamericanos de izquierda, incluyendo a los grupos terroristas como las FARC y el ELN de Colombia, grupos alzados en armas como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional –México- y los Tupamaros de Uruguay, así como partidos cuyos gobiernos no siguen los principios básicos de la democracia como es el caso del Partido Comunista de Cuba, liderado por Fidel Castro. Diseñaron la nueva estrategia para mantenerse activos en la política de los países latinoamericanos, debido a que el viejo discurso marxista-comunista había quedado desprestigiado y desgastado por el derrumbe del imperio soviético. Entre los nuevos temas de lucha que la izquierda radical debería trabajar y accionar para llegar al poder estaban la reivindicación de los pueblos indígenas y la defensa del medio ambiente.

El primer tema mencionado reemplazaría al viejo concepto marxista de lucha de clases, con la misma finalidad de éste de dar una visión de división y desigualdad en las sociedades de nuestros países y así facilitar la confrontación interna entre ciudadanos y entre estos y el Estado. El segundo tema, la defensa del medio ambiente, serviría para evitar la presencia del Estado y del desarrollo en los lugares más alejados de los centros urbanos, ahí donde residen los pobladores indígenas y campesinos, a los cuales desean sumarlos a sus filas en su lucha contra el Estado democrático y todo lo que representa la modernidad occidental.

Ambos temas de la nueva agenda de la izquierda para llegar al poder son un cóctel preciso para una lucha política en los países latinoamericanos como el Perú, donde la población indígena aún es numerosa en comparación con otras regiones del mundo (en Bolivia representan más del 60% de la población total y en Guatemala cerca del 40%, para poner un par de ejemplos) y donde las riquezas naturales son abundantes (como minerales, petróleo, gas, madera, entre otros). Y llegó en un momento en que ambas preocupaciones -la inclusión y visibilización de los indígenas y la defensa del medio ambiente- se habían convertido en parte de la agenda global, por lo que sus banderas de lucha eran compartidas por una población mayoritaria, más allá de preferencias ideológicas.

Por ello, si bien ambos temas son preocupaciones legítimas de los Estados y de las sociedades en su conjunto, son personas y grupos provenientes de la izquierda radical los que lideran las luchas contra los proyectos extractivos de recursos naturales y promueven las autonomías y autogobiernos –incluso la independencia política- de los pueblos indígenas. Desde fuera, la lucha de estas organizaciones pareciera tener fines nobles, pero los intereses pueden ser totalmente partidarios-político-ideológicos.

Así, cuando las empresas y los Estados se ven enfrentados a los grupos “defensores” del medio ambiente en nuestros países, en muchos casos no están lidiando con pequeños grupos preocupados por el tema verde, sino que quizá están frente a una parte de un grupo mayor transnacional, cuya agenda real no es local ni ambiental, sino transfronterizo y político-ideológico. Mientras que los primeros creen que se dialoga en una mesa ambiental, los segundos hablan sobre un tablero de ajedrez político. Cuando los primeros creen que la finalidad del diálogo es llegar a acuerdos que permitan proteger el medio ambiente, los segundos tienen por finalidad llegar al poder político. Entonces ¿qué rol deben tener los ciudadanos desideologizados y que sólo desean el desarrollo de su país?